Tres décadas hace que prendió primero la Historia y luego una de sus técnicas "colaterales" la Arqueología. Desde entonces tantos paisajes, tantos lugares y en todos siempre un detalle, que nos deja un jirón de recuerdo. Por ello esta "arqueología colateral" aspira a recuperar retazos de aquellos viajes, estancias, personas, lugares que hemos surcado en pos de la labor cotidiana de la arena entre los dedos, la criba del hueso, de la astilla oxidada que un día clavo fue...

martes, 3 de julio de 2012

Historia de un libro (y II)



Me mandaron un mensaje de la librería. Habían recibido el libro y tras adquirirlo mandé a su vez un mensaje al autor. Le había conocido en Twitter, donde hace algo más de un mes que transito. El autor había sido “retuiteado” por alguien de los que sigo su actividad en la Red. Ms sorprendió quizás que fuera el propio escritor, que se “colaba” en el grupo de periodistas, museógrafos, arqueólogos y arquitectos que componen básicamente el espectro de oficios por los que me intereso en la Red. Había publicado su primera novela y no quise leer mucho de los textos sobre la obra. Lo único que leí es que partía la narración de un crimen y aún así , como le dije al propio autor, dejaría en vía muerta al resto de lecturas, para que avanzara su relato, como un tren de vapor…
Quizás sea un poco radical, pero no leo autor más moderno que Delibes. Fui un jovenzuelo que pasaba las clases del colegio escribiendo relatos, como creo que he escrito en esta tribuna en alguna ocasión. Hubiera querido que mi futuro profesional fuera la literatura, pero una vez avanzado un par de cursos en Geografía e Historia, terminé por rematar unos cuantos cuentos dedicados a unas cuantas amigas, pasados a limpio en la Underwood del abuelo Santiago. Algunas leyeron los relatos, otras no y la carpeta hoy ocupa el último lugar en el cajón de lo que escribo. Porque escribir, escribo, aunque de otros temas como pueden comprobar en esta bitácora.
No me seduce la literatura actual. Entre los escandinavos tan publicitados (porque invitar a cenar a Ibsen cuando tienes a Galdós de vecino…), los italianos que convierten tu salón en una morgue (que leen tanto en mi familia y que tanto me cuesta ordenar los desmesurados volúmenes…) y los españoles, que entre falsa novela histórica, falsos misterios y realidad social que me interesa poco, no hago un hueco para leer nada actual. Hay excepciones, como la novela de un compañero de facultad, medievalista, que ambienta el relato en el siglo XVI y que realmente me gustó. Cuando acudí a comprar su siguiente novela, el escandaloso tamaño de la letra me pareció simplemente una estafa de la editorial. Y dejé el libro donde estaba.
Pero “Las Flores de Baudelaire” al menos tiene un título inteligente y está ambientada en el Bilbao de inicios del siglo XX. Aunque hay un crimen y un investigador del crimen, aspectos que sinceramente a mi no me atraen mucho. En la literatura de mediados del siglo XX no se escenificaban muchos crímenes, excepto en la Familia de Pascual Duarte. No vamos a realizar una profunda crítica de la novela, no tenemos oficio para ello y quizás sonara pretencioso en alguien de letras que lee otras literaturas.. pero si hemos de destacar una serie de rasgos que nos han encantado en esta lectura. Uno de ellos es la tela que se extiende sobre el mostrador con la trama de los hilos del paisaje de la ciudad, con la urdimbre de los hilos del paisanaje de la ciudad. La tela está magistralmente tejida y quizás ni sobre falta nada . Y ello quizás no es usual y parece por un momento que estamos leyendo algún clásico, leyendo un texto que ha envejecido bien, aunque no llegue al año publicado… Ya sabemos que los únicos textos que permanecen son los que envejecen bien.
Otro de los aspectos que nos ha interesado y que tomamos nota para intentar sintetizar (que difícil para los que nos perdemos en palabras y palabras...) es la estructura de las "escenas" que sin saltos demasiado bruscos nos hace caminar por las calles, los despachos, las viviendas, la orilla de la Ría. Otro de los aspectos es el rigor intelectual con el que se trata el lenguaje de la época. Estamos bastante cansados del lenguaje audiovisual patrio en el que, valga un ejemplo reciente de la serie Toledo, un infante medieval le dice a su sirviente "tu mismo..." Ni una palabra es disonante ni hay un neologismo fuera de lugar. Impecable. Y por último el panorama internacional que se describe y las relaciones de los personajes con ese panorama de la I Guerra Mundial también es perfectamente creible, e incluso para alguien como yo que en cuanto se menta la Historia en un relato, me pongo el cuchillo entre los dientes. 
En suma, quizás sin las redes sociales me hubiera perdido disfrutar durante un par de días de "Las flores del Baudelaire".  Un par de días con el libro entre las manos y todo lo que me reste de intelecto para considerar el relato y si el tiempo no lo impide, a su autor, como amigos.

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