Tres décadas hace que prendió primero la Historia y luego una de sus técnicas "colaterales" la Arqueología. Desde entonces tantos paisajes, tantos lugares y en todos siempre un detalle, que nos deja un jirón de recuerdo. Por ello esta "arqueología colateral" aspira a recuperar retazos de aquellos viajes, estancias, personas, lugares que hemos surcado en pos de la labor cotidiana de la arena entre los dedos, la criba del hueso, de la astilla oxidada que un día clavo fue...

viernes, 4 de junio de 2010

Sanguino y las cerámicas extintas


Hace un par de semanas tuve ocasión de conocer a uno de los últimos ceramistas. Había visto varias veces una casa blanca al borde de la Nacional IV, antes de Puertolápice camino del Sur. La casa, empequeñecida por la velocidad, se apreciaba cuajada de cántaros, platos y toda suerte de barro coloreado y cocido. Un escueto letrero anunciaba un apellido, Sanguino, que evocaba linaje de alfareros.

Años atrás, cuando estudiábamos cuarto de Prehistoria y Arqueología en la Universidad Autónoma de Madrid, presentamos un trabajo de curso - asignatura de Etnología - sobre "cerámicas para la luz: candiles y palmatorias de la cerámica popular de la Península Ibérica". Eran los inicios de la década de los años ochenta y en aquel tiempo se había publicado un libro sobre los alfares que aún permanecían en uso. Aquel estudio nos llevó a conocer la magnífica colección del Museo de Artes y Tradiciones Populares que tenía su sede en nuestro departamento universitario. Ampliamos luego la descripción de piezas de amigos y familiares, para posteriormente empezar a comprar algunos candiles - que a día de hoy pasan del centenar.

Pero de siempre la cerámica nos había acompañado, tanto en la casa familiar, donde se seguían utilizando magníficas macetas - algunas habían viajado con nosotros desde nuestra primera residencia en el norte de Marruecos -, planos ornamentales, varia suerte de saleros y especieros, así como un par de botijos que pasaban los veranos en la umbría ventana de mi habitación. Y claro leyendo y visitando tenderetes de carretera, ferias y mercadillos y ocasionalmente alfares, fuimos forjando un bagaje de la cerámica fosilizada en nuestro tiempo, y que en algunas ocasiones nos servía para comparar con las cerámicas extintas de hace siglos o incluso milenios.

En estas décadas han laguidecido las producciones y se mantiene firme Talavera y Granada - diversificadas - La Rambla y Manises exponentes de la "cerámica globalizada", Lorca y Bailén apagándose y los pequeños lugares, como Tajueco - junto a Burgo de Osma - donde ya un único alfarero  cada vez revoluciona menos su rueda...  Y de aquellos que fueron élite entre artistas, apenas recuerdo queda, Dolores Coronado de Ocaña; Tito de Úbeda; Pedro Mercedes de Cuenca; Punter en Teruel, Lario en Lorca; Aguado en Toledo y Sanguino... toda una familia que firmaba a veces con una estilizada S en los vidriados blancos que se trazaban de manganeso...

En esa tarde en la Nacional IV no pude menos que preguntar a quién nos recibió en su tienda que parentesco guardaba en la familia. "Sanguino era mi padre" y entonces no pude menos de recordar aquellas tres décadas en las que la cerámica nos acompaña, en la labor de arena entre los dedos, en la arqueología cotidiana de recuperar fragmentos de milenios y también en la "arqueología colateral" de asistir a la muerte lenta y en ocasiones reconversión de las industrias cerámicas. En aquella tarde, Sanguino nos evocó aquel mundo que ya no es igual, pero del que retazos aún presentes nos recuerda que quizás nunca asistiremos a la extinción total.

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