Tres décadas hace que prendió primero la Historia y luego una de sus técnicas "colaterales" la Arqueología. Desde entonces tantos paisajes, tantos lugares y en todos siempre un detalle, que nos deja un jirón de recuerdo. Por ello esta "arqueología colateral" aspira a recuperar retazos de aquellos viajes, estancias, personas, lugares que hemos surcado en pos de la labor cotidiana de la arena entre los dedos, la criba del hueso, de la astilla oxidada que un día clavo fue...

lunes, 5 de julio de 2010

Un día en Toledo



El viaje a las ciudades históricas forma parte de nuestro trabajo. Nos iniciamos pronto, gracias a nuestros padres, en recorrer España y en aquellos tiempos nunca dejamos de visitar las catedrales, las iglesias más señaladas, los castillos y palacios... Ello fue dejando un sedimento de horas y horas entre entonces oscuras paredes salpicadas del humo de cirios. Ahora, cuando el viaje es propio del oficio y a veces nos desplazamos para ver un determinado edificio o un yacimiento arqueológico coetáneo al que nos ocupa en esos momentos, nos corresponde pasar el testigo y por ello hace unos días pasamos un día en Toledo, con uno de nuestros sobrinos, que cumplía dieciocho años y nos pidió recorrer juntos la ciudad imperial. 

La primera en la frente. TOLETVM, en un rápido “pagineo” en la red vemos que la entrada cuesta cinco euros, algo ensañarán pensamos y aunque es un edificio que se halla a la entrada de Toledo y que conocemos hace algunos años a causa de nuestros frecuentes viajes a la ciudad, por mor de la capitalidad de Castilla – La Mancha, nunca habíamos reparado en el mismo. En principio bien, aparcamiento como Dios manda, aunque vemos que te abre la barrera un señor, al que hay que pagarle luego, acercándose a la misma barrera de salida, donde toda la infraestructura es una silla y una caja de cartón como "cajero automático", es decir la versión moderna del “gorrilla” sevillano. Naturalmente las puertas cercanas al aparcamiento están cerradas, por lo que hay que rodear todo el edificio, pasar la terraza “chilaout y subir un par de pisos de escaleras de diseño. Y el contenido del “centro de acogida”, un bar con terraza, en el que te tienes que servir tu mismo las bebidas desde la barra y un expositor con folletos y eso si, una señorita muy amable que te invita a visitar también la provincia, además de la capital. Al parecer a grupos organizados les muestran unos audiovisuales, que deben ser los cinco euros de la web. No obstante desde la terraza se admira un horizonte vegetal, de copas de frondosa arboleda, sobre las que “descansa” el alcázar. Al menos pudimos probar el zoom de la cámara que estrenábamos en las torres y ventanas del señero edificio. 

Decidimos volver al camino trillado y quizás más seguro. Aparcar en el Corralillo de San Miguel, rodear el alcázar, cruzar Zocodover y por la calle principal hasta la Catedral. Y ahí la segunda en la frente. Hacia años que no entrábamos en el templo primado de España. Recordábamos las anchas naves, el altar mayor único en toda la cristiandad, la luz del Transparente...Pero lo que no podíamos imaginar es que ahora las entradas se compran en la tienda (magnífica, pero tienda al fin y al cabo) a siete euros y que una vez traspasada la puerta del templo, suena una voz por megafonía recordando la prohibición de realizar fotografías. Cuando en la T4 de Madrid se han suprimido los avisos megafónicos, los implantamos en una de las catedrales más emblemáticas de la cristiandad. De pena. Pero la indignación crece cuando observamos que la entrada por el brazo norte del crucero se ha destinado a los fieles y que una gruesa reja les obliga a “recogerse” en una exigua capilla. Es decir, si en la ciudad de Toledo un centenar de fieles desean rezar a la vez en la catedral, sin pagar los siete euros, sencillamente no caben en el lugar que les destina el montaje turistico de la nueva catedral. No creemos que el turismo sea incompatible con la vida diaria, pero hay ciudades en las que los ciudadanos estan perdiendo. Sin embargo la sacristía lucía en todo su esplendor, con el Expolio del Greco presidiéndola. Y la catedral sigue siendo la catedral. Única, con esos rasgos barrocos y neoclásicos, la misma puerta por la que ahora se ingresa, tetrástila con frontón triangular, audaz donde las halla y el transparente, ahora también cercado por un balizado de soportes y cintas de “no pasar” en fino y unos paneles, a los que no quise ni acercarme, pues ultimamente las explicaciones restan lustre al propio elemento, sino directamente impiden su completa visión, cual es este caso.

Decidimos volver a nuestra propia adolescencia y visitar la capilla de Santo Tomé y su emblemático cuadro del “Entierro del Conde de Orgaz”, composición coral donde el Greco se muestra quizás mas pleno, con los contraluces entre las indumentarias civiles y eclesiásticas y los dos planos, de nuevo terrenal y celeste...Lo que no sabíamos era que ahora podía admirarse el propio sepulcro del protagonista del lienzo, delante del mismo. Cuando nos impresionó vivamente aquella primera visita al cuadro, tampoco advertimos o no se visitaba entonces la capilla, con trazas antiguas y modernas mezcladas en cabecera y nave principal, así como impecables revocos que cubren los paramentos. En uno de los laterales, una preciosa Virgen de Guadalupe, ocupa un sencillo altar. De ahí a comer en el Hostal del Cardenal, con una parada en el Museo de los Concilios y arte visigodo, hoy dependiente del Museo de Santa Cruz,y gratis por cierto. Eso si sin marketing como en los otros, donde las tiendas a veces tienen más superficie que las propias salas. Y se agradece un oasis que nos muestra la magnífica iglesia con las vitrinas de variado material metálico procedente sobre todo de las extensas necrópolis hispanovisigodas y donde puede deambularse por la cabecera tripartita y admirar los paramentos de este antiguo templo toledano. 

Tras la comida, visitamos la contigua Puerta de la Bisagra Vieja. Un sábado, en prácticas de la carrera, tuve la ocasión de recorrer el camino de ronda contiguo a la puerta, así como el interior de la misma. Armado con una mira, estuve todo el día de “peón de topógrafo” mientras se realizaba el levantamiento taquimétrico del conjunto. Hoy se nos aparece limpia, casi angosta, acceso de la ciudad a su “sagra” o campo de huertas y labores que abrazaba la urbe por el norte. Unos metros más al sur admiramos las fachadas de la iglesia de Santiago, la Puerta del Sol, vuelta a subir al casco histórico y otra parada en la mezquita de Bab – al – Mardúm, hoy rebautizada como ermita del Cristo de la Luz. Conservo una fotografía de los compañeros de quinto curso, de la asignatura de Arqueología Islámica, a las puertas de este lugar. Quizás fue el día que accedí al mismo por primera vez, para quedar impresionado por las nueve pequeñas cúpulas, todas diferentes y que nos traen el aroma de los primigenios edificios de la religión del Profeta, que aún se conservan en los desiertos de Jordania. Ahora se está terminando el proyecto de restauración, que ordena los jardines circundantes y permiten una inédita vista de la Puerta del Sol y también admirar las pinturas murales que decoraban ábside y paramentos de la posterior iglesia. Sigue asombrando la labor del ladrillo y la invocación en la fachada y sigue siendo un lugar poco conocido pero sin duda uno de esos lugares que hacen única a la ciudad de Toledo. 

La sinagoga del Tránsito alberga hoy el Museo Sefardí. Sumergida en plena judería, la única nave está decorada con cenefas con el sello de Salomón y los escudos de Castilla y Aragón, ejemplo de sincretismo donde los halla. En el museo, brillan con luz propia el registro material de los sefardíes marroquíes, con los que compartimos infancia y desde esta sala, la de las mujeres de la primitiva sinagoga, podemos observar la nave desde media altura, en un lateral. El museo, de carácter nacional y dirigido por el Ministerio de Cultura, tiene también una tienda bastante completa y siempre es agradable y recomendable la visita, de una de las mejores sinagogas históricas europeas, de espléndida edilicia y alejada de otros ejemplos, quizás famosos – como la de Praga – pero de rudimentaria arquitectura. En otro orden de cosas, Santa María La Blanca sigue sorprendiendo por el encalado de los muros, como debieron ser todos los paramentos de sinagogas, mezquitas e iglesias. Es una pena que a fines del siglo XIX imperara la moda de “desencalar” y arrasar con los revocos históricos (aún se sigue haciendo, recientemente en la propia ciudad de Guadalajara). Santa María La Blanca es “rara avis”, impoluta, donde resaltan los profusos capiteles labrados, la decoración de arquillos sobre la parte alta de la nave central. Lástima que las dos naves laterales de las cinco que tiene, sea ocupada por exposiciones que desvirtúan la integridad edilicia del conjunto. No obstante, la titularidad de la antigua iglesia hoy día es del Obispado y se nota en la tienda, la más completa, junto a la de la catedral. San Juan de los Reyes o la sinfonía de la luz. Ya nos sorprendió en aquel primer viaje con el colegio, apenas con quince años, las cadenas colgadas de la fachada, el gótico flamígero, la estereotomía impoluta – arte de cortar piedras y maderas - . Ahora nos sorprenden los escudos en el claustro alto, con los dominios de los reyes, la soberbia armadura, la tranquilidad en estas estancias y, porque no decirlo, las redes que se instalan para la protección de las piedras de la aves volanderas. El amplio coro, suspendido a media altura de la nave principal y las referencias a la familia franciscana, siguen siendo seña de identidad.

Un día en Toledo, sin ver parroquias, ni murallas, ni el Museo de Santa Cruz, ni los lugares integrados en las visitas del Toledo inédito, sorprendente y recomendable conjunto de visitas guiadas... Queda mucho por ver si solo se viaja un día a Toledo, pero ese viaje debe repetirse de vez en cuando y no olvidarnos que aquí, hace muchos años, los españoles - que ya se sentían bajo ese nombre - decidieron nombrar también una capital para su reinos.

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