Tres décadas hace que prendió primero la Historia y luego una de sus técnicas "colaterales" la Arqueología. Desde entonces tantos paisajes, tantos lugares y en todos siempre un detalle, que nos deja un jirón de recuerdo. Por ello esta "arqueología colateral" aspira a recuperar retazos de aquellos viajes, estancias, personas, lugares que hemos surcado en pos de la labor cotidiana de la arena entre los dedos, la criba del hueso, de la astilla oxidada que un día clavo fue...

domingo, 1 de abril de 2012

A mas de dos décadas del “Arqueólogo de la Carretera...”


El otoño de 1988 fue bastante lluvioso. En un día imposible , en que los olivares entre los que apenas afloraba la villa hispanorromana de El Ruedo, se habían convertido en un barrizal digno del mejor deshielo de las estepas ucranianas, me dirigí a al Museo de Córdoba. Entre la barba, la camisa de franela y el impermeable amarillo, de aquellos que ya no se ven en las obras, no debía pasar inadvertido. Tanto fue así, que D. Alejandro Marcos Pous, historiador de la generación de mediados de siglo XX - levantando la vista de sus fichas de cartulina que escribía en una de las mesas de la biblioteca me preguntó: ¿ Vd. debe ser el arqueólogo de la carretera ?.
He de pedir disculpas por iniciar estas breves páginas con un anécdota propia, pero dado el marco, la pregunta y la fecha del acto, bien podría ser uno de los momentos del inicio de la arqueología profesional en Andalucía, como decíamos entonces o “arqueología preventiva” como deberíamos bautizar nuestra actividad, más de dos décadas después. Efectivamente ha pasado casi un cuarto de siglo desde que algunos arqueólogos, que habíamos iniciado nuestros estudios al inicio de los años ochenta, donde “saltamos el mostrador” y nos situamos al otro lado, entre el polvo y el barro - no solo en las campañas de verano, sido durante todo el año - estación tras estación, cambiando sombreros por capuchas, botas por zapatillas, poniendo y quitando las perneras de aquellos primeros pantalones desmontables de la ya casi extinta “Coronel Tapioca”.
Hoy vivimos en una profunda crisis económica que dura ya cuatro años... mucho más profunda que la que se inició en 1993 y que concluyó apenas dos años después. El modelo productivo que supuso el control del suelo urbanizable por parte de las corporaciones locales está agotado y tenemos ensanches, barrios de nueva creación o simplemente polígonos industriales que son conjuntos de calles asfaltadas y aceras invadidas por la vegetación espontánea en las que solo sobresalen las torrecitas de los contadores del agua que seguramente nunca lleguen a contabilizar ni un metro cúbico de consumo. Miles de yacimientos arqueológicos se han desvelado con ocasión de esta frenética actividad urbanística y ahora es el tiempo de considerar que todos han “tensado demasiado la cuerda”. Sinceramente nunca nos gustó el modelo de promotoras con gerentes cutres y a la larga estafadores que al final te dejaban a deber un par de miles de euros de tu trabajo, cuando habías cumplido con trámites administrativos, redacción de proyecto, trabajo de campo e informes finales. Tampoco el tener que constatar - en contadas ocasiones y solo que nos afectara directamente en Andalucía (1995 - 2000)- la corrupción de los técnicos de la administración de patrimonio arqueológico, que por situar a los deudos académicos o incluso familiares, llegaban a acudir a los despachos de constructoras y promotoras y directamente chantajear a los directores de proyecto con los plazos de permisos y resoluciones administrativas. 
No obstante y hace solo un par de meses tuvimos ocasión de ser víctimas de nuevo de esta práctica en este caso entre la constructora de una gran infraestructura que nos había pedido presupuesto para la corrección del impacto arqueológico de la obra y el Consorcio Ciudad Monumental de Mérida, que al final coloca, seguramente a un precio bastante más elevado a sus “peones especializados” y los arqueólogos con conocimiento del “yacimiento emeritense”, como si un sepulcro hispanorromano fuera muy distinto entre Hispalis, Corduba, Tarraco o Emerita... El caso es que el cambio del gobierno de la Junta de Extremadura aún no ha logrado erradicar el modelo del Consorcio que atenta directamente contra la libertad de profesionales y empresas de Arqueología Preventiva de desarrollar su actividad en la capital extremeña.

El futuro de la actividad es incierto y desde luego flaco favor le han hecho a los profesionales de reciente licenciatura los “empresarios” de la Arqueología, que los contrataban apenas por mil euros y a veces por menos, que nos les pagaban los días de lluvia (menos mal que en la península Ibérica llueve poco), que no solo no los formaban sino que les obligaban a dirigir de facto proyectos en ocasiones bastante complejos, cronológica y estratigráficamente. Esos licenciados hoy día son las principales víctimas del sistema agotado, tras constatar que han pasado una década de obra en obra, casi sin descanso y que en ese tiempo la mayoría de las ocasiones han realizado labores de operario y por los que los empresarios llegaban a facturar hasta cinco veces el suelo que ellos recibían.
Nosotros no hemos dejado “cadáveres” en las cunetas y hoy nos duele como nos llegan CV de profesionales que han pasado casi sistemáticamente por las mismas entidades y que ahora engrosan las abultadas listas de demanda de empleo. Quizás no mantenemos aquella ilusión del “Arqueólogo de la Carretera” pero pensamos seguir adelante con la misma filosofía de “arqueología artesana” conociendo las cronologías de cada yacimiento, explorando y atesorando los conocimientos que se desprenden de la literatura arqueológica más reciente, elogiando a la multitud de colegas que trabajan honrada y pausadamente y dando a conocer las pocas o muchas novedades que nuestro trabajo halla supuesto para la disciplina. El resto ya es historia y espejo de una España que esperemos que nunca vuelva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario