Tres décadas hace que prendió primero la Historia y luego una de sus técnicas "colaterales" la Arqueología. Desde entonces tantos paisajes, tantos lugares y en todos siempre un detalle, que nos deja un jirón de recuerdo. Por ello esta "arqueología colateral" aspira a recuperar retazos de aquellos viajes, estancias, personas, lugares que hemos surcado en pos de la labor cotidiana de la arena entre los dedos, la criba del hueso, de la astilla oxidada que un día clavo fue...

domingo, 6 de enero de 2013

Abila, Calpe, Marbella



No, no hemos errado al escribir el nombre de la castellana ciudad amurallada, ni citamos a la villa que acoge al conocido Peñón de Ifach alicantino. Estamos más al sur, en el amplio seno que describe la embocadura norte del Estrecho en su vertiente Mediterránea. Si, en Marbella. Se nos desvela la villa hace ahora algo más de una década, cuando se unen los destinos de los que esto escriben y comienzan las visitas de una forma más regular, un par de veces al año. En los tiempos de la odisea andaluza habíamos pasado alguna vez por aquí, pero solamente habíamos visitado los restos de la villa hispanorromana  de San Pedro de Alcántara. Aún hoy cuando decimos que vamos a pasar unos días en Marbella, nuestras palabras son acogidas con un rictus que denota una mezcla de desprecio y de envidia. Naturalmente ninguno de nuestros interlocutores ha estado en Marbella recientemente y seguramente ni conoce la ciudad. Y es que la leyenda, como en las villas del lejano Oeste norteamericano, apareja un sinfín de tópicos y lugares comunes. Naturalmente que circulan maseratis, ferraris y bentleys por sus calles, pero la Marbella de las urbanizaciones, de los clubs selectos y en definitiva de mucho más de leyenda que de realidad no es la Marbella que vivimos y disfrutamos un par de veces al año. 
Para empezar Marbella tiene uno de los mejores paseos marítimos que conocemos, sino el mejor. Partiendo del Puerto Deportivo, tan bien integrado en la propia estructura de la ciudad, podemos pasear hacia poniente o levante. En el primero de los sentidos discurriremos entre restaurantes, algunos bares, el faro, además de tiendas y un complejo de ocio en el que destacan los cines. Más adelante llegamos a un puente sobre un arroyo que desagua en el mar y que una vez traspasado podemos seguir caminando sobre un cuidado albero, entre el mar y los jardines de las villas que se sitúan en este punto del  término. Si escogemos caminar hacia levante, en dirección a  Málaga, podemos disfrutar de un entorno mucho más tranquilo, salpicado solo por unos cuantos chiringuitos muy remodelados, hasta llegar a las inmediaciones del Puerto de Pescadores y su barriada anexa, donde por cierto existe un precioso mural, como no podía ser de otra forma, de la Virgen del Carmen.
Pero no todo es mar, sino que podemos dividir nuestros pasos entre la calle Ricardo Soriano y aledaños, de interesantes comercios y el casco histórico, que resume la esencia de la Marbella que fue en su día. Hace mas de la década que visitamos la villa escribimos unas páginas sobre la historia marbellí, porque ya entonces nos había llamado la atención la escasez de textos bien sistematizados sobre este interesante tema. Hoy día seguimos prácticamente igual, pues aunque la literatura de carácter local se ha visto incrementada, no existe un texto que articule de una manera científica el pasado de estos paisajes.  El viajero puede desde conocer los restos de una de las murallas de más interés de estas tierras, hasta las casas de hermandad de las distintas cofradías que tienen su sede en el casco histórico – Nazareno, La Pollinica, Cristo del Amor -, pasando por la majestuosa iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación. No podemos olvidar los edificios civiles de la Plaza de los Naranjos, cuales son el propio Ayuntamiento y la Casa del Gobernador, así como el propio conjunto urbano donde destacan edificios como la sede del actual Museo del Grabado, y la casa -  palacio cercano y en proceso de restauración y el antiguo Hospital de San Juan, sede hoy también de dependencias municipales. Como colofón a esta visita hemos de ascender por la calle Ancha, espléndido ejemplo de ensanche dieciochesco, entre cuidados hoteles, tiendas y restaurantes hasta la plaza de San Francisco y llegar hasta la iglesia epónima, en estos días también bajo obras de rehabilitación. Un centro histórico muy vivo, muy visitado y mantiene unas señas de identidad – entre la conservación y la adaptación – que lo hacen muy atractivo y recomendable en su visita. 
Un lugar para el descanso, o incluso para planear visitas al entorno inmediato, entre Tarifa y Málaga capital, en la costa y hasta Ronda e incluso Antequera, hacia el interior, gracias a la nueva autopista AP-46 que nos acerca a esta última villa y a su magnífico y singular conjunto megalítico. Y precisamente en uno de los paseos que el descanso que estos días pasados nos ha deparado, captamos la imagen que encabeza estas líneas. Las Columnas de Hércules, Abila  y Calpe, el finis terrae y puerta del Mediterráneo, recortadas en un día de especial visibilidad. Sin duda un espectáculo que nos retrotrae a otras épocas míticas de nuestra historia, de los días en los que las naves de oriente surcaban estas costas y en la que los habitantes de aquel Tarteso primigenio, ya comerciaban con las mercaderías llegadas tras muchas jornadas de navegación. Costas de entonces, Marbella de hoy, a la que siempre volvemos con una sonrisa en los labios. 

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